Se estima que, cada verano, regresamos de las vacaciones con entre tres y seis kilos de más. El cambio de hábitos, el descontrol con las comidas y el ‘me lo merezco’ se traduce en un aumento de peso que se hace más evidente al tratar de volver a entrar en la ropa que, semanas antes, nos quedaba niquelada.
“Una de las principales causas por las que subimos de peso es que, durante el verano, nuestro tránsito intestinal no funciona bien porque tomamos más comidas con grasa y menos fibra. Además, no hacemos el suficiente ejercicio. Todo esto provoca que retengamos líquido y estamos más hinchados”, María Amaro, experta en nutrición de Clínica Feel Good (Madrid), nos da algunas claves.
Lanzarnos a la desesperada a los brazos de la dietas milagro es, según esta experta, lo peor que podemos hacer en este escenario. “Nada de obsesionarnos o machacarnos con regímenes hipocalóricos bestiales. La única manera de perder esos kilos que hemos cogido tan rápidamente es aplicar el sentido común para conseguirlo de forma gradual y, sobre todo, saludable”.
CINCO INGESTAS
Lo primero, por lo tanto, sería retomar las buenas costumbres incluso antes de regresar a casa: “Es fundamental recuperar nuestros horarios habituales de comidas; hacer cinco ingestas, tres principales y dos tentempiés saludables a media mañana y tarde (alguna pieza de fruta o frutos secos) para no sentarnos a la mesa con mucho hambre” .
Adiós fritos, patatas de bolsa y rondas encadenadas de cañas. “A la vez que reducimos al máximo el consumo de grasas y sal, debemos de aumentar el de pescados (sobre todo, los blancos que son hipocalóricos), verduras y frutas. No hace falta quitarse por completo las cervezas pero sí limitar su consumo. Con una, basta”.
Hablando de bebidas, Amaro recomienda evitar, además del alcohol, “los refrescos, las gaseosas y los zumos envasados” y recuerda que “el agua en ayunas ayuda a activar el metabolismo, además de contribuir a evitar el estreñimiento”. También destaca los efectos benefactores del té: “El verde tiene propiedades saciantes, laxantes y es un antioxidante que ayuda en los procesos digestivos”.
EJERCICIO
Moverse más es el otro mandamiento que ha de cumplirse para volver a entrar en los vaqueros sin hacer estallar la cremallera. ¿Cuáles serían las opciones más interesantes de menos a más exigentes? Aquí van algunas propuestas:
Caminar: es la actividad física aeróbica más sencilla que podemos realizar. El objetivo sería andar todos los días, a ser posible a ritmo vigoroso, durante un mínimo de 30 minutos. El reto podría ser completar esos 10.000 pasos (unos o kilómetros) que nos aconsejan los gurús del bienestar. Para obtener mejores resultados, buscar recorridos con cuestas y alternar picos de mayor y menor intensidad. ¿Alternativas? Montar en bici, nadar, patinar, bailar o, si se goza de un buen estado de forma, correr (tres días a la semana).
‘HIIT’: Rápidos, fáciles y eficaces, los entrenamientos interválicos de alta intensidad pueden realizarse en cualquier sitio pero, ojo, que no están destinados a todos los públicos. Hay que gozar de un buen estado de forma previa para sacarles el máximo partido. Además de mejorar la resistencia, fortalecen los músculos de todo el cuerpo.
Rutinas de fuerza: Un músculo poderoso es el mejor quema calorías natural posible. Con el propio peso corporal, bandas elásticas o mancuernas, el trabajo de fuerza es fundamental, especialmente, una vez pasados los 40. Eso sí, es esencial contar con el asesoramiento de un profesional que diseñe un plan a medida.
¡Vamos a por ello!
Fuente: EL MUNDO
