Aclaremos, antes de empezar, que el único consumo recomendado de alcohol es cero. Partiendo de esta premisa, los especialistas aconsejan beber con moderación lo cual supondría no superar los 100 gramos semanales. Es decir, optar por una bebida alcohólica para aplacar la sed nunca es la mejor elección.
Sin embargo hay un hecho innegable: uno de los mayores placeres que nos brinda el verano es dar el primer trago a una cerveza helada. “¿Por qué nos gusta tanto? “Indudablemente, al tratarse de una bebida fría apetece mucho cuando suben las temperaturas. Ese sabor amargo, aunque al principio no suele gustar, acaba por ‘instalarse’ en nuestro cerebro como un estímulo placentero que asociamos con la vida social y ese efecto ‘calmante’ que tiene el alcohol. Es decir, poco a poco, el vínculo entre tomar cerveza y esa sensación de bienestar es tan fuerte que nos resulta muy difícil prescindir de ella”, argumenta María Amaro, experta en nutrición y creadora del Método Amaro.
El problema de la cerveza (o del tinto del verano, por poner otro ejemplo de bebida alcohólica veraniega) es que “no sólo no nos ayuda a combatir el calor sino que favorece la deshidratación ya que, al ser diurética, nos hace perder mucho más líquido a través de la orina. Vasodilatador, el alcohol, además, aumenta nuestra temperatura corporal”, explica Amaro.
¿Cuáles son los síntomas de la deshidratación? “Los más comunes, dolor de cabeza, mareo y somnolencia pero también puede provocar desmayos”.
Por eso, si tenemos sed, antes de tomar esa caña que tanto nos apetece, debemos “beber un vaso de agua fría para hidratarnos de forma adecuada”.
TRIPA CERVECERA
¿Engorda la cerveza? “Evidentemente. Se trata de una bebida alcohólica, elaborada con grano (cebada, trigo y centeno) y fermentada con levadura. Tiene un 4% de alcohol (cantidad moderada pero que debe de evitarse, sobre todo, si se tiene que conducir posteriormente)”.
¿Cuál es su valor nutricional? “Una caña (dependiendo del tipo de cerveza) nos aporta unas 150 calorías, 14 gramos de alcohol, unos tres gramos de hidratos de carbono, dos de proteínas y cero grasas. Además, proporciona micronutrientes como el sodio, el potasio y el magnesio”. Sin embargo, esta especialista aclara que “no puede considerarse como una fuente de alimentación porque, para que nos nutriera, tendríamos que tomar unas cantidades grandísimas y, debido al alcohol, no compensa“.
El mito de ‘la tripa cervecera’ encuentra su fundamento no sólo en la bebida en sí misma sino en lo que tomamos para acompañarla. “La cerveza tiene casi las mismas calorías que un refresco azucarado y su consumo suele ir emparejado con aperitivos poco saludables como patatas fritas. Además, el alcohol aumenta la sensación de hambre y nos ‘pide’ comida con grasa e hidratos de carbono. Es decir, cuanto más bebemos, más comemos“.
Lo que deberíamos de intentar es “elegir tapas más sanas para compensar las calorías que nos aporta el alcohol, tratando de evitar los hidratos para optar por salpicones de marisco, jamón, gambas o, incluso, encurtidos”.
Eso y saborear ese primer trago a tope… después de habernos bebido un buen vaso de agua fresca.
Fuente: EL MUNDO