Un instante de placer en la boca, una eternidad con problemas de salud

por María Amaro
El Mundo

Una de las secuelas del confinamiento, que nos ha dejado ‘de regalo’ entre cinco y siete kilos más de peso, ha sido el empeoramiento de la calidad de nuestra dieta. Poseídos por la ansiedad y el aburrimiento, dulces, pizzas y alcohol pasaron a ser un consuelo ‘envenenado’.

Convertida en una de las mayores amenazas para la salud mundial, las dietas desequilibradas se asociaron con cerca de 11 millones de muertes en todo el mundo durante 2017 (un 22% de todos los fallecimientos registrados en adultos). A título comparativo, el tabaco se relacionó con ocho millones de decesos.

Con una esperanza de vida de 83 años, la mala alimentación se vincula a más de 44.000 muertes al año en España.

Cada vez más alejados de nuestra maravillosa dieta mediterránea, los españoles estamos por encima de la media europea en consumo de alcohol (9,2 l) y de tabaco (un 30% de la población), así como en sobrepeso y obesidad. Especialmente entre los hombres: 68% de los varones padece sobrepeso y 24% es obeso, con un crecimiento exponencial en la obesidad infantil, la gran amenaza para futuras generaciones.

Está clarísimo que, aunque a estas alturas todavía muchos infravaloran su amenaza, se trata de un enemigo letal que no hace distinciones de clases sociales. Los riesgos de una mala dieta afectan de forma similar a toda la población, independientemente del nivel de desarrollo y del estatus económico.

A pesar de que en los hogares con más poder adquisitivo puede resultar más sencillo tener acceso a una cesta de la compra más variada y ‘limpia’ de ultraprocesados, éste también permite consumir con más asiduidad productos como la carne roja.

Según diversos estudios, un consumo diario de carne roja (vacuno, porcino…) aumenta en un 31 % el riesgo de tener un infarto de miocardio o un accidente cerebrovascular y está asociado al incremento de enfermedades como el cáncer, obesidad, diabetes tipo II, diverticulitis, enfermedades crónicas del hígado, etc.

DIETA LIMPIA

¿Qué hacemos para intentar regresar al buen camino? Un buen comienzo sería reducir drásticamente el consumo de bebidas azucaradas (que es 10 veces más de lo recomendado) o la sal en nuestros platos (se toma el doble de lo aconsejado), verdaderas armas letales para nuestro cuerpo.

El gran enemigo de nuestra salud es el azúcar, omnipresente en nuestra dieta aunque, en ocasiones, no nos demos cuenta de ello. Debemos eliminar los ‘añadidos’ que son, como su propio nombre indica, todos aquellos que el consumidor o el fabricante agrega al producto.

Otra cosa bien diferente son los azúcares intrínsecos, es decir, los propios de cada alimento, por ejemplo, la fructosa en la fruta.

Caer en la trampa de los productos ‘light’ tampoco es una buena idea porque muchos de ellos pueden esconder gran cantidad de azúcar.

La consumo de ultraprocesados (pizzas precocinadas, salchichas, hamburguesas, refrescos, bollería industrial, zumos y batidos envasados, etc) también debería de limitarse al máximo, tratando de optar siempre por los alimentos naturales y la comida cocinada en casa.

Tanto en adultos como en niños, la dieta tiene que ir enfocada a un aumento de la ingesta de frutas y verduras de temporada, legumbres (mínimo dos veces a las semana), frutos secos (almendras, nueces, pistachos) y cereales integrales.

En cuanto a las proteínas, lo más recomendable es: reducir la carne roja a un día a la semana, consumiendo preferiblemente pollo, pavo o conejo; apostar por los huevos, cuya proteína es de alto valor biológico y no aumentan; y, por supuesto, aumentar el consumo de pescados blancos (merluza, lubina, dorada, bacalao, rape, corvina, etc) y azules, ricos en omega 3 y 6 (salmón, atún, sardina, ventresca…).

María Amaro es experta en nutrición y creadora del Método Amaro.

 

Fuente: El Mundo

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