- Inculcar buenos hábitos implica, según la doctora María Amaro, de varios aspectos que son innegociables
Familias que llegan tarde del trabajo con poco tiempo para cocinar, o con pocos conocimientos culinarios y que acaban dando a sus hijos lo primero que pillan en la despensa para salir del paso. Esta realidad, presente en muchos hogares españoles, unida a la falta de ejercicio que lleva aparejada esta era tan tecnológica, está dando lugar a una generación de niños con una de las tasas de obesidad más altas de toda la historia, un problema cercano ya la calificación de pandemia.
Aunque se disponga de poco tiempo, inculcar buenos hábitos implica, según la doctora María Amaro, de varios aspectos que son innegociables: «elaborar comidas con todos las nutrientes necesarias para un niño en pleno crecimiento, respetar los horarios de las 4-5 comidas diarias y crear y estimular al menos una comida al día en cual la familia pueda reunirse y compartir alrededor de la mesa sin televisión y sin móviles». «En tiempos en los que no hay tiempo -insiste Amaro, se debe hacer un espacio para que los niños tengan sus necesidades básicas cubiertas, y sin dudas la alimentación es fundamental para un desarrollo pleno y sano».
Debido a la gran cantidad de patologías alimentarias existentes, recalca esta doctora, es necesario tomar conciencia sobre cómo educar nuestros niños en buenas conductas en nutrición. «Es necesario una buena alimentación en casa por parte de los padres y que estos den la importancia y las claves para una buena alimentación infantil y evitar así la obesidad en su hijo. Y en caso de necesitar ayuda, y sentirse perdido, merece la pena acudir cuanto antes a un especialista». «La educación en la alimentación no sólo debe implementarse en el hogar, sino también es importante que las escuelas, en donde muchos niños desayunan y comen, tomen medidas en este sentido», señala.
La doble carga: un riesgo grave
De otra manera nos enfrentamos, advierte Amaro, a lo que ella llama «la doble carga». «Esta doble carga es causada por una nutrición inadecuada durante el periodo prenatal, la lactancia y la infancia, seguida de una exposición a alimentos ricos en grasas y calorías y pobres en micronutrientes, así como de una falta de actividad física a medida que el niño va creciendo».
Además de una dieta inadecuada y falta de ejercicio, añade, «hay otros factores que pueden conducir a la obesidad como son los factores hereditarios: Si tu hijo proviene de una familia de personas con sobrepeso, es más probable que suba de peso».
También influyen los factores psicológicos, asegura Amaro. «El estrés personal, parental y familiar puede aumentar el riesgo de un niño de padecer obesidad. Algunos niños comen en exceso para enfrentar los problemas o para lidiar con las emociones, como el estrés, o para combatir el aburrimiento».
Por último estarían los factores socioeconómicos, como disponer de recursos más escasos. «Comer sano no es barato muchas veces, es cierto que comer una buena lubina es muchos más caro que comer unos Nuggets. Pero hay que intentar suplir en estos casos una alimentación no tan saludable con más ejercicio», recomienda esta profesional.
Complicaciones
«Merece la pena», recalca esta doctora. «La obesidad infantil, puede tener complicaciones para el bienestar físico, social y emocional de su hijo». Entre ellas estarían las complicaciones físicas, y las sociales y emocionales que ella apunta aquí:
Complicaciones físicas
—Diabetes tipo 2. La obesidad y un estilo de vida sedentario aumentan el riesgo de diabetes tipo 2.
—Síndrome metabólico. Este grupo de enfermedades puede poner a tu hijo en riesgo de enfermedad cardíaca, diabetes u otros problemas de salud. Las enfermedades incluyen presión arterial alta, azúcar en la sangre alta, triglicéridos altos, colesterol de lipoproteínas de alta densidad bajo y exceso de grasa abdominal.
—Colesterol alto y presión arterial alta. Una mala alimentación puede hacer que tu hijo desarrolle una o ambas enfermedades. Estos factores pueden contribuir a la acumulación de placas en las arterias, lo cual puede hacer que las arterias se estrechen y se endurezcan, lo que podría conducir a un ataque cardíaco o un accidente cerebrovascular en el futuro.
—Asma. Los niños con sobrepeso u obesos pueden tener más probabilidades de sufrir asma.
—Trastornos del sueño. La apnea obstructiva del sueño es un trastorno potencialmente grave en el que la respiración de un niño se detiene y vuelve a comenzar repetidamente durante el sueño.
—Enfermedad del hígado graso no alcohólico (NAFLD). Este trastorno, que generalmente no causa síntomas, hace que se acumulen depósitos de grasa en el hígado.
—Fractura de huesos. Los niños obesos tienen más probabilidades de sufrir fracturas de huesos que los niños con un peso normal.
Respecto a las complicaciones sociales y emocionales:
—Baja autoestima y ser objeto de intimidaciones. Los niños muchas veces se burlan de sus compañeros con sobrepeso y, como resultado, estos sufren una pérdida de la autoestima y tienen un mayor riesgo de sufrir depresión.
—Problemas de comportamiento y aprendizaje. Los niños con sobrepeso tienden a tener más ansiedad y menos habilidades sociales que los niños de peso normal.
—Depresión. La baja autoestima puede crear sensaciones de desesperanza que pueden provocar depresión en algunos niños que tienen sobrepeso.
Prevención
Si tu hijo tiene riesgo de sobrepeso o si tiene un peso saludable, Amaro recomienda adoptar las siguientes medidas para corregirlo o mantenerlo en el camino correcto:
—Limitar la cantidad de bebidas azucaradas que toma tu hijo, o evítalas por completo.
—Enseñarle a comer frutas de temporada y verduras todos los días
—Comer en familia y, a ser posible, sin televisión y sin móviles de acompañantes.
—Limitar la cantidad de veces que comen fuera de casa, en especial en restaurantes de comida rápida; cuando lo hagan, enseña a tu hijo a elegir las opciones saludables y tener esta opción como algo excepcional no como una rutina
—Adaptar los tamaños de las porciones según la edad.
—Limitar las horas frente a la televisión o a una pantalla a menos de 2 horas al día para los niños mayores de 2 años y no permitas que los niños menores de 2 años vean televisión.
—No dar móviles en menores de 12 años
—Asegurarse de que el niño duerma lo suficiente.
Fuente: ABC