Lo que hay detrás de la palmera de chocolate de 2.300 calorías que incendió las redes esta semana

por María Amaro

El nutricionista Julio Basulto prendió el pasado martes la mecha en su cuenta de Twitter al publicar la foto de una palmera de chocolate de 425 gramos cuya etiqueta revelaba unos datos nutricionales aterradores. El más llamativo, las 2.300 kilocalorías que nos meteríamos entre pecho y espalda si nos la comiéramos entera. Una auténtica barbaridad si tenemos en cuenta que “una mujer tipo necesita, en promedio, entre 1.800 y 2.200 kilocalorías por día y un hombre entre 2.200 y 2.700 kilocalorías por día (los niños menos, lógicamente, y si se hace mucho ejercicio físico, más, claro”, añadía Basulto en su hilo.

Paradójicamente, lo peor no son esas 2.300 calorías si no todo lo que ocultan. “Suelo explicar que los frutos secos son muy calóricos pero no engordan. De hechos, en estudios científicos en los que se conminó a un grupo de voluntarios a ingerir una cantidad más elevada de lo habitual de estos alimentos se pudo observar que no solo no engordaban si no que, en algunos casos, perdían algo de peso. Este hecho se debe a que los frutos secos, por su alto contenido en fibra dietética, provocan una mayor sensación de saciedad y, al favorecer una digestión más lenta, potencian el arrastre de grasas en el intestino”, explica Basulto.

En cambio, con productos como la polémica palmera de chocolate en cuestión se produce el efecto contrario. “El azúcar, las grasas malas y la sal (curiosamente, este dulce tiene una cantidad de sal brutal) forman una combinación perfecta e insalubre para despertar el apetito y, sin darnos cuenta, nos estamos atiborrando de calorías vacías que no nos aportan ningún nutriente”.

Ante este bombardeo calórico sin ‘fundamento’, nuestro organismo, según han demostrado varias investigaciones, se ‘defiende’ generando más hambre: “Es lógico. Al no conseguir cubrir las necesidades nutricionales básicas de hierro, calcio, zinc, etc, nuestro cuerpo activa la sensación de hambre en un intento a la desesperada de conseguirlo”.

Es la pescadilla que se muerde la cola porque, cuanto más hambrientos estamos, mayor es nuestra predisposición a la comida que menos nos conviene. “Cuando aprieta el hambre, ¿qué nos apetece más: una zanahoria o una palmera de chocolate? Creo que no hay ninguna duda”, añade este nutricionista.

Cuando aprieta el apetito pero también cuando nos invade la ansiedad, el cansancio o la tristeza porque “hay gente que tira del dulce como si fuera un ansiolítico”.

LA ‘TRAMPA’ DE LAS ETIQUETAS

María Amaro, experta en nutrición y creadora del Método Amaro, insiste en la importancia de desenmascarar lo que hay detrás de esas calorías vacías. “Cualquier palmera de chocolate de 100 gramos tiene unas 550 calorías que esconden más de un 30% de grasas, de las cuales el 40% son saturadas que, a diferencia de las calorías que pueden ‘quemarse’ con actividad física, se van a quedar en nuestro organismo y van directas al corazón”.

En su opinión, productos como el que mostró Julio Basulto en su tuit están catalogados con la letra E en la clasificación de Nutriscore, es decir, en el color rojo de su semáforo nutricional y “no deberían de estar a la venta”.

Si no deberían estar a la venta, ¿por qué lo están? “Cualquier alimento a la venta en el mercado debe de ser seguro, según se recoge en artículo 4 del Reglamento 178/2002, ‘madre’ de toda la reglamentación en legislación alimentaria en Europa”, asevera Francisco José Ojuelos, abogado y autor de ‘El derecho de la nutrición’.

El problema radica en esas ‘pequeñas lagunas’ legales que “no establecen ninguna determinación, seguimiento o control de los posibles efectos nocivos que pueden tener determinadas cantidades de nutrientes críticos como el azúcar, la sal o las grasas de baja calidad“, añade.

 

Y, al final, todo ‘se arregla’ con poner los ingredientes en la etiqueta, descargando toda la responsabilidad de su ingesta en el consumidor“.

¿Qué hacemos en este escenario? El hombre que incendió las redes esta semana con la imagen de la polémica palmera lo tiene claro. “Dejar de comprar esos alimentos y, si no los tenemos a mano, no los comeremos”. De momento, no nos queda otra.

 

Fuente: El Mundo

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